Llega la Biblia del siglo XXI para discípulos misioneros
FELIPE DE J. MONROY (MÉXICO DF).- En este mes de mayo, se publica el Nuevo Testamento de la Biblia de la Iglesia en América (BIA) –como anticipo a la edición íntegra de la Biblia, que será publicada en 2016–, y para conocerlo, hay que comprender la identidad del proyecto.
La necesidad de la BIA nació en Estados Unidos hace poco más de diez años. El sacerdote mexicano Carlos Junco Garza, coordinador general de la traducción, relata el inicio de esta Biblia, la primera traducida por especialistas latinoamericanos del siglo XXI: “La petición viene de los obispos norteamericanos, que quieren una Biblia para los hispanohablantes. En realidad, la inquietud proviene de una reunión de los obispos del Comité hispano, que valoraban los subsidios de Biblias a estas comunidades. Allí se preguntó por qué no se hacía una Biblia propia de la USCCB, en lugar de subsidiaria. Ellos cayeron en la cuenta de que no conocían gente hispanohablante en Estados Unidos que se encargara de esta Biblia. Así que la primera opción fue recurrir al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) pidiendo que si ellos podrían hacer el trabajo, y que la USCCB la subsidiaría”.
El planteamiento fue recibido por el entonces secretario general del CELAM, Carlos Aguiar Retes, quien se encargó de dar inicio al proyecto de traducción de la Biblia. Surge también en ese momento la idea de crear el Centro Bíblico Pastoral de América Latina (CEBIPAL, hoy CEBITEPAL), el cual no solo debía coordinar e impulsar la traducción, sino que también tendría la tarea de llevar a cabo otras iniciativas pastorales en el campo de la Biblia. Ambos proyectos nacieron de la mano. Y cuando Aguiar fue nombrado presidente del CELAM, su sustituto como secretario general, Santiago Silva Retamales, obispo auxiliar de Valparaíso (Chile) fue designado como obispo responsable de la traducción; mientras que la dirección del CEBIPAL recayó en el sacerdote colombiano Fidel Oñoro.
Silva Retamales nombró coordinador general del proyecto a Carlos Junco, e invitó a Adolfo Miguel Castaño Fonseca, entonces presbítero de la diócesis de Toluca y hoy obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, para coordinar el Nuevo Testamento; y a Ramón Alfredo Dus, actual arzobispo de Resistencia (Argentina), para el Antiguo Testamento. “Prácticamente –recuerda Junco– fuimos los que Santiago Silva nombró directamente. En noviembre de 2004, fue la primera reunión que tuvimos con él en la sede del CELAM”.
A partir de ese momento se empezó a formar el equipo de traductores. En total, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento han participado 26 traductores: diez mexicanos, siete argentinos, tres chilenos, tres colombianos, dos estadounidenses y un ecuatoriano. El equipo se fijó el plazo aproximado de una década para ver concluido el trabajo.
Pero, ¿era necesaria una nueva Biblia hoy en día? Santiago Silva explica que la BIA está orientada a atender las necesidades de vida y fe de los cristianos en América: “Hemos procurado que la traducción alcance un cuidado nivel literario y teológico, que sus introducciones y el glosario asuman los avances de las ciencias bíblicas y que las notas a cada pasaje bíblico ofrezcan la interpretación del mismo”. Y agrega: “No hablamos de ‘destinatarios’ de la Biblia, sino de ‘interlocutores’. El destinatario es ‘para’ quien se trabaja; el interlocutor es ‘con’ quien se trabajo”.
Así pues, en septiembre de 2011 se publicaron los Evangelios de la BIA y los repartieron en la mayoría de los países que conforman el CELAM, para que las comunidades hicieran llegar sus sugerencias. “Así pudimos saber qué pensaban nuestros interlocutores”, dice Silva, que asegura que se han integrado todas las indicaciones concordantes con la identidad de la BIA.
“Ojalá esta Biblia pueda llegar a ser un servicio, con sus ventajas y con todas sus áreas de oportunidad –desea Carlos Junco–. Que poco a poco pueda ir calando entre las comunidades si el lenguaje les resulta adecuado, si la notas son de servicio y ayuda al lector para entender el texto sin la necesidad de suplirlo en su capacidad interpretativa. Creo que quisimos hacer un servicio a las personas y comunidades cristianas, también para que vayan apropiándose de ella y enriqueciéndola con sus aportaciones. Es algo gigantesco, porque se ha logrado de manera colegiada, coordinada y con vocación de servicio y fidelidad a la Palabra y al Pueblo de Dios”.